sábado, 21 de junio de 2014

En el Día de la Música

Es curioso, pero a veces me sorprendo cantando en mis paseos; poniendo música al préstamo hipotecario, entonación a las facturas de fin de mes, estribillos a la mar. 
Es curioso, pero a veces me sorprenden los rodeos que da el destino para encaramar su puerto. Los males que por bien llegan, quien nada y guarda la ropa, ese pez que muere por su boca, aquel que de tanto querernos nos hace llorar.
Es curioso, pero a veces me sorprende ver que en el día a día sigue habiendo inspectores rechonchos. Gabardinas que anteponen el apellido de su Excelencia al menú sin postre, a los pies descalzos, a la tabla del cinco.
Es curioso, pero a veces, quizá demasiadas veces, todavía me sorprende sorprenderme. 

Nota: Párrafo perteneciente al relato "Soñando a Dulcinea", incluido en mi libro "El amor azul marino".

jueves, 5 de junio de 2014

Un cuento, una sonrisa

Bajo el sugerente título de "Un cuento, una sonrisa" (X Jornadas de Lectura de Cuentos Infantiles), a lo largo de esta semana mis compañeros escritores del libro "Cuentos para compartir", editado a beneficio de la Asociación de Padres con Niños Oncológicos de Aragón (ASPANOA), han estado contando sus cuentos a los pequeños ingresados en el Hospital Universitario Miguel Servet, de Zaragoza. En esta ocasión -a diferencia de ediciones anteriores- no he podido acompañarles en una vivencia tan entrañable por la que les felicito, que recuerdo gratamente y que sé seguro que repetiré.

domingo, 1 de junio de 2014

"Nanas para un Principito" en Astorga

Este fin de semana he tenido la suerte de asistir al I Encuentro Internacional de Literatura Infantil y Juvenil "Astorga es de cuento", celebrado en la Casa Panero de esa ciudad leonesa. Junto a su ilustradora, Raquel Ordóñez Lanza, hemos presentado allí mi nuevo libro "Nanas para un Principito" (MAR Editor), además de impartir otra sesión de cuentacuentos.
La experiencia ha sido sencillamente fantástica, con esa sala llena, un público entregado, muchas firmas de ejemplares a la salida y un final de lujo: tomando chocolate con rosquillas en el pasaje de su plaza mayor.
Sin duda, una  jornada entrañable en la que hemos vuelto a descubrir que lo esencial será siempre invisible a los ojos.