martes, 21 de octubre de 2014

Érase una vez un libro

Ana V. Campo es una fotógrafa amiga que a lo largo de este mes de octubre muestra en el Centro Joaquín Roncal (Calle San Braulio 5-7, Zaragoza) su exposición “Érase una vez un libro”. Consciente de que es imposible entender un libro sin las muchas interpretaciones de sus lectores, Ana V. Campo agrega paisaje a aquellas obras literarias que le han ido marcando. Y de entre ellas, tengo el honor de que incluya dos de las mías: “El amor azul marino” y “Mi planeta de chocolate”.
Por este motivo –al igual que han ido pasando otros autores recogidos en la exposición-, mañana miércoles 22, a las siete de la tarde, participaré en ese Centro en una tertulia fotográfico-literaria, junto a la propia Ana y Marcos Callau (representante del Ateneo Jaqués, institución organizadora del evento).
Por supuesto, estáis todos invitados.

sábado, 11 de octubre de 2014

En el Día Internacional de la Niña

En este 11 de octubre, Día Internacional de la Niña, reviso unas líneas de mi libro Cartas para un país sin magia, dedicadas a una pequeña: Lida. Por circunstancias de la vida, asistí a su nacimiento en un lejano lugar... Y por esas mismas circunstancias, nunca más volví a verla. Si todo ha ido bien, el próximo seis de enero cumplirá 10 años. Mi esperanza sigue viva todavía:

...Me gustaría que Lida, y en ella todos los pequeños de este país, tuvieran otra cosa aparentemente extraordinaria: INFANCIA.
Me encantaría que su esperanza de vida fuera la de cualquier chaval español aunque, tal vez, aumentarla de repente en los cuarenta años que hoy les separan resulte un imposible.
Daría cualquier cosa porque sus probabilidades de fallecer antes de los cinco años no fuesen, como son, del 25%. Que la fiebre tifoidea, una enfermedad cuya vacuna no vale más que una ronda en cualquiera de nuestros bares, no asome a sus juegos. Que la polio, prácticamente erradicada de nuestro planeta, no le deje coja. Que su perro no muerda con rabia, que su agua oliese a cloro, que en su mesa hubiera siempre primer plato.
Cierro los ojos y pido para que nadie la discrimine por el mero hecho de ser mujer, porque no se case adolescente con un anciano de conveniencia, porque ninguno la humille si se enamora de la persona equivocada. ¡Qué bien si tuviera un trabajo digno, parques sin minas que desvelen su sueño, asistencia sanitaria cuando tosa, voz y voto en las reuniones de vecinos! ¡Que su casa de adobe luciera dormitorio, leña su estufa, tizas para la pizarra!
Me da que estoy pidiendo demasiado. E incluso puede que, cuando regrese a España allá por el mes de marzo, Lida sea solo un nombre, una foto, un recuerdo.
No sé... Hace mucho frío, si bien esa pequeña ha llenado de Magia nuestro corazón. Porque, sin duda, de magos es luchar así por la Vida...